Pues parece ser que los comienzos de mes son propicios para los actores del Festival del Humor.
Esta vez, y a pesar de la tristeza provocada por el partido del baloncesto León (¿o tal vez por ella?), hizo su reaparición nuestro entrañable GranXuas (suena a François, pero les aseguro que es otro), pertrechado con un equipamiento completo para la ocasión, a saber: camiseta y "calzones" de basket a juego (color blanco, cómo no), zapatillas nike y super gafas deportivas, sin olvidar la cinta del pelo conmemorativa de Barcelona 92, y por supuesto, su siempre saludable sonrisa y ánimos sin límites.
El cambio experimentado a medida que avanzaba la noche, sin embargo, me resultó, una vez más, preocupante.
Del partido de baloncesto, todo hay que decirlo, recuerdo especialmente unas canastas con un bonito estilo desde casi 3 metros y algún salto que otro al más puro estilo "baloncestístico", pero donde verdaderamente me llegó a preocupar fue jugando al squash.
Yo me encontraba en la pista contigua, intentando aprender de qué va el juego de la mano del "discreto ingeniero", cuando oigo unos jadeos a mi espalda, en el banco de espera que me hicieron girar para ver qué ocurría. Allí vi "tirado" a François, con la cara roja, llena de sudor, el cuerpo retorcido y la boca abierta, alternando la respiración con los tragos a la botella de agua de litro. Cuando recobró el aliento ya nos contó que "el de Corbillos" se había ido mareado. La verdad, yo no daba mucho crédito al resultado de un partidillo de squash, pero cuando le cedí mi puesto en la cancha para jugar con "el ingeniero" me expliqué varias cosas. Sus carreras de esquina a esquina, sus caídas al suelo (inevitables, por cierto), su entrega total en cada bola, y su mirada al techo maldiciendo cada fallo como si fuera el último tanto del partido... Y contrastando con la frialdad y apenas movimientos del "ingeniero", que me recordaba a una amigo que juega con Julieta, y que moviendo él un dedo Julieta corre a su alrededor, gritando y saltando sin parar.
La cena posterior, como de costumbre, fue amenizada por el "muchacho de la sonrisa" y "el de Corbillos", con sus usuales piropos mutuos y sus gestos ilustrativos de sus "peripecias juveniles". La gran ausente fue "Blanquita", a quien echamos todos de menos, en especial "el de Corbillos", claro está.
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